Orgullo y prejuicio es, junto con Sentido y sensibilidad, la novela más conocida de Jane Austen. En ella se critica ferozmente las convenciones sociales y el abismo entre clases. Cuenta la historia de Elizabeth Bennet, segunda de cinco hermanas de una familia de pequeños propietarios rurales, que saben que su futuro depende de la posibilidad de hacer una buena boda.
Cuando el señor Bingley, un acaudalado joven, se fija en Jane, la mayor de las chicas, los Bennet sienten que la suerte está llamando a su puerta. Desafortunadamente, la insoportable familia de Bingley y su amigo, el orgulloso señor Darcy, pondrán trabas a esta relación, por considerarla poco conveniente.
La juiciosa y realista Elizabeth será la única en darse cuenta de que los prejuicios de clase acabarán con los sueños de su hermana, y desarrolla una furibunda antipatía hacia el señor Darcy que —obviamente— acaba cayendo rendido a los pies de la única chica que parece inmune a sus encantos, a su mansión y a su dinero…
Características del libro:
Información adicional
Isbn: | 978-84-18145-17-9 |
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Nº de Páginas: | 288 páginas |
Dimensiones: | 12 x 19 cm |
Formato Portada: | Rústica |
Lee un Avance de este libro
Si no conoces las bases, los cimientos, que hacen que este libro sea una obra maestra del género, te animamos a que empieces a leer el avance que te hemos preparado en la página virtual de abajo. Haz scroll. Ahí encontrarás un breve prólogo que te dará algunas pinceladas sobre lo que vas a descubrir a lo largo del libro, al tiempo que va a reactivar en ti el interés por esta magnífica pieza.
A continuación, podrás disfrutar de los primeros capítulos, para que así, de primera mano, te des cuenta de la dimensión de la obra que vas a comenzar.
¡FELIZ LECTURA!
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Prólogo
Orgullo y prejuicio es, junto con Sentido y sensibilidad, la novela más conocida de la escritora inglesa Jane Austen (1775-1817). Publicada en 1813 de forma anónima “por una dama”, cuenta la historia de Elizabeth Bennet, segunda de cinco hermanas de una familia de pequeños propietarios rurales, que saben que su futuro depende de la posibilidad de hacer una buena boda. Cuando el señor Bingley, un acaudalado joven, se fija en Jane, la mayor de las chicas, los Bennet sienten que la suerte está llamando a su puerta. Desafortunadamente, la insoportable familia de Bingley y su amigo, el orgulloso señor Darcy, pondrán trabas a esta relación, por considerarla poco conveniente. La juiciosa y realista Elizabeth será la única en darse cuenta de que los prejuicios de clase acabarán con los sueños de su hermana, y desarrolla una furibunda antipatía hacia el señor Darcy que —obviamente— acaba cayendo rendido a los pies de la única chica que parece inmune a sus encantos, a su mansión y a su dinero.
Orgullo y prejuicio critica ferozmente las convenciones sociales y el abismo entre clases. La historia gira en torno a las relaciones amorosas y al matrimonio, pero es también una interesante reflexión sobre el eterno tema del dinero.
Es una novela de desarrollo personal, en la que las dos figuras principales, Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy, cada uno a su manera, deben madurar para poder encarar el futuro en común, superando el orgullo de clase de Darcy y los prejuicios de Elizabeth hacia él.
El principal logro de Jane Austen es transmitir una fiel imagen de la sociedad británica de su época, describiendo de manera poética, inteligente e irónica las vidas de las jóvenes y la sociedad en la campiña inglesa del siglo XVIII, a través de una minuciosa caracterización psicológica y de comportamiento de los personajes. Elizabeth no es una joven al uso de la época, sino una mujer con sus propias opiniones, que incluso reflexiona mucho más allá de los asuntos que se supone interesaban a sus contemporáneas. Podría ser una heroína moderna, tan decidida a casarse por amor que asume sin dramatismo la amenaza de la soltería. Su energía, su valor y la naturalidad con la que se enfrenta a las diferentes situaciones, hacen de ella uno de esos personajes que permanecen en la memoria del lector.
Estamos ante una de las obras más conocidas de la literatura inglesa, gracias a innumerables ediciones y algunas películas. A pesar del paso del tiempo, ha mantenido el interés del público, leyéndose, con una modernidad sorprendente, lo que demuestra la vigencia de su pensamiento.
—Juan José Marcos
“El orgullo es siempre ofensivo —dijo miss Lucas—. Pero a mí el suyo no me lo parece tanto. Tiene disculpa. Es natural que un hombre atractivo, con apellido, fortuna y todo a su favor, se tenga en tan alto concepto. Podría decirse que en cierto modo tiene derecho a ser orgulloso.”
Orgullo y Prejuicio
Capítulo I
Es una verdad universalmente reconocida que todo hombre soltero en posesión de una gran fortuna necesita una esposa.
Sin embargo, apenas se conocen los sentimientos ni las opiniones de semejante hombre cuando pasa a formar parte de un vecindario. Esta verdad se halla tan firmemente establecida en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que hay incluso quien lo considera la propiedad de alguna de sus hijas.
—Mi querido míster Bennet —dijo un día su esposa—, ¿sabías que finalmente han alquilado Netherfield Park?
Míster Bennet respondió negativamente.
—Pues sí —insistió ella—. Miss Long acaba de estar aquí hace un momento y me lo ha contado todo.
Míster Bennet no hizo ademán de contestar.
—¿No te gustaría saber quién lo ha alquilado? —se impacientó su esposa.
—Eres tú quien está deseando decírmelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.
Aquella sugerencia bastó.
—Pues verás, querido, miss Long dice que un joven muy rico del norte de Inglaterra ha alquilado Netherfield. Llegó el lunes en un landó tirado por cuatro caballos para ver la finca y le gustó tanto que enseguida se puso de acuerdo con míster Morris. Ocupará la casa antes de San Miguel y algunos de sus criados estarán allí a finales de la próxima semana.
—¿Cómo se llama?
—Bingley.
—¿Está casado o soltero?
—¡Oh! Querido, naturalmente que está soltero. Es un hombre soltero y tiene una gran fortuna de cuatro o cinco mil libras anuales. ¡Qué gran partido para nuestras hijas!
—¿Por qué? ¿En qué puede afectarles?
—Mi querido míster Bennet —contestó su esposa—, ¿cómo puedes ser tan inocente? Deberías saber que estoy pensando en que se case con una de ellas.
—¿Acaso esa es la razón por la que ha venido aquí?
—¡La razón! ¡Qué bobadas! ¿Cómo puedes decir algo así? Es probable que se enamore de una de ellas, de modo que debes visitarlo en cuanto llegue.
—No veo con qué motivo. Podrías ir tú con las chicas o tal vez incluso enviarlas a ellas solas. Al fin y al cabo tú eres tan guapa como ellas y quizá míster Bingley te prefiera a ti.
—Me halagas, querido. Es verdad que de joven no estuve nada mal, pero no puedo fingir que ahora soy algo extraordinario. Cuando una mujer tiene cinco hijas ya mayores, debe olvidarse de su propia belleza.
—En esos casos a una mujer no le queda mucha belleza en qué pensar.
—En serio, querido, tienes que ir a visitar a míster Bingley en cuanto se haya mudado al vecindario.
—No tengo tiempo para eso. Te lo aseguro.
—Pero piensa en tus hijas. Sería un gran partido para cualquiera de ellas. Sir Willam y lady Lucas están decididos a ir únicamente con esa idea, y sabes que nunca suelen visitar a los nuevos vecinos. Debes ir a verlo, porque nosotras no podremos si tú no lo haces.
—Eres demasiado escrupulosa. Estoy seguro de que a míster Bingley le encantará veros, y tú le llevarás una carta mía asegurándole que tiene mi consentimiento para casarse con una de ellas; aunque añadiré alguna palabra en favor de mi pequeña Lizzy.
—Ni hablar. Lizzy no es mejor que las demás. No es ni la mitad de guapa que Jane, ni la mitad de alegre que Lydia. Pero siempre es tu favorita.
—Ninguna de ellas es muy recomendable —repuso él—. Son tan bobas e ignorantes como las otras muchachas, pero Lizzy es un poco más perspicaz que sus hermanas.
—¡Míster Bennet! ¿Cómo puedes decir eso de tus hijas? Te encanta contrariarme. No te compadeces de mis pobres nervios.
—Te equivocas, querida. Tengo un gran respeto a tus nervios. Somos viejos amigos. Hace al menos veinte años que te oigo mencionarlos con mucho respeto.
—¡No sabes cuánto sufro!
—Pero te repondrás y vivirás para ver cómo vienen al vecindario muchos jóvenes con rentas anuales de cuatro mil libras.
—De nada serviría que veinte jóvenes viniesen si no los visitases.
—Si de eso se trata, querida, en cuanto estén aquí, los visitaré a todos.
Míster Bennet era una extraña mezcla entre ingenioso, sarcástico, reservado y caprichoso, cuyo carácter no entendía su esposa después de veintitrés años de convivencia. No obstante, el de ella era menos complicado. Era una mujer de pocas luces, más bien ignorante y de genio inconstante sin más objetivo en la vida que casar a sus hijas ni otro solaz que las visitas y las habladurías.
Capítulo II
Míster Bennet fue de los primeros en visitar a míster Bingley. Aunque siempre le asegurase a su esposa que no lo haría, siempre tuvo intención de hacerlo y ella no se enteró de nada hasta la tarde después de su visita. El asunto se supo como sigue. Estaba observando él cómo su segunda hija decoraba un sombrero cuando comentó:
—Lizzy, espero que le guste a míster Bingley.
—¿Cómo podemos saber qué es lo que le gusta si aún no lo hemos visitado? —preguntó con rencor su esposa.
—Mamá, olvidas que lo veremos en las fiestas, y que miss Long ha prometido presentárnoslo —dijo Elizabeth.
—Dudo que miss Long haga algo así. Tiene dos sobrinas en quienes pensar. Es egoísta e hipócrita y desconfío de ella.
—Tampoco yo confío en ella —terció míster Bennet—. Por eso me alegra saber que no dependes de sus servicios.
Su esposa no se dignó contestar; pero, incapaz de contenerse, se puso a regañar a una de sus hijas.
—¡Por el amor de Dios, Kitty, deja de toser así! Ten compasión de mis nervios. Estás destrozándomelos.
—Kitty no tose con discreción —dijo su padre—. Siempre lo hace en el momento más inoportuno.
—No toso para divertirme —repuso Kitty con fastidio.
—¿Cuándo es tu próximo baile, Lizzy?
—Dentro de quince días.
—Cierto —exclamó su madre—. Y miss Long no volverá hasta la víspera, así que no podrá presentarnos a míster Bingley porque aún no lo conocerá.
—Entonces, miss Bennet, podrás adelantarte a tu amiga y presentárselo tú.
—Imposible, míster Bennet, porque yo tampoco le conozco. ¿Por qué te burlas así de mí?
—Alabo tu discreción. Una amistad de quince días es sin duda muy poco. En realidad, en solo dos semanas no se puede saber muy bien qué tipo de persona es. Pero si no nos arriesgamos nosotros, otros lo harán. En todo caso, tanto miss Long como sus sobrinas pueden aguardar a que se les presente la ocasión. Sin embargo, como creerá que es de buena educación por su parte rechazar tus buenos oficios, seré quien me ocupe de ellos.
Las muchachas miraron con fijeza a su padre. Miss Bennet se limitó a decir:
—¡Pero qué bobadas!
—¿Qué quiere decir esa exclamación tan enfática? —preguntó míster Bennet—. ¿Crees que las fórmulas de presentación son bobadas pese a la importancia que tienen? No estoy de acuerdo contigo en eso. ¿Tú qué, Mary? Sé que eres una joven muy reflexiva que lees grandes libros y los resumes.
Mary quiso responder algo sensato, pero se quedó sin palabras.
—Mientras Mary se aclara —prosiguió él—, volvamos a míster Bingley.
—¡Estoy harta de míster Bingley! —exclamó su esposa.
—Lamento mucho oír eso. ¿Por qué no me lo dijiste antes? De haberlo sabido esta mañana, no habría ido hasta su casa. ¡Qué mala pata! Pero ahora que ya lo he visitado no podemos renunciar a su amistad.
La estupefacción de las mujeres fue justo lo que él deseaba. Tal vez la de miss Bennet superase al resto; sin embargo, terminado el bullicio fruto de la alegría, aseguró que, en el fondo, ella siempre se lo había imaginado.
—¡Mi querido míster Bennet, qué bueno eres! Sabía que al final te convencería. Estaba convencida de que quieres a tus hijas lo suficiente como para no descuidar este asunto. ¡Qué contenta estoy! ¡Y qué broma tan divertida que hayas ido esta mañana y no nos hayas dicho nada hasta ahora!
—Ahora, Kitty, ya puedes toser hasta hartarte —dijo míster Bennet saliendo de la habitación, hastiado por el entusiasmo de su esposa.
—¡Qué padre tan excelente tenéis, hijas! —dijo ella cuando hubo cerrado la puerta—. No sé cómo podréis agradecerle su amabilidad, ni yo tampoco, en cuanto a este asunto. Os aseguro que a mi edad no es agradable hacer nuevos amigos todos los días. Pero por vosotras haríamos lo que fuese. Lydia, querida, aunque seas la más joven, me atrevo a decir que míster Bingley bailará contigo en el próximo baile.
—Estoy tranquila —dijo Lydia categóricamente—. Aunque sea la más joven, soy la más alta.
Pasaron el resto de la tarde conjeturando sobre si míster Bingley devolvería pronto la visita a míster Bennet y decidiendo cuándo podrían invitarlo a cenar.
FIN DE LAS PRIMERAS PÁGINAS…
Lee un Avance de este libro
Si no conoces las bases, los cimientos, que hacen que este libro sea una obra maestra del género, te animamos a que empieces a leer el avance que te hemos preparado en la página virtual de al lado. Haz scroll. Ahí encontrarás un breve prólogo que te dará algunas pinceladas sobre lo que vas a descubrir a lo largo del libro, al tiempo que va a reactivar en ti el interés por esta magnífica pieza.
A continuación, podrás disfrutar de los primeros capítulos, para que así, de primera mano, te des cuenta de la dimensión de la obra que vas a comenzar.
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