El príncipe

El príncipe es un tratado de doctrina política escrito por Nicolás Maquiavelo, escritor, diplomático y filósofo político italiano de la época renacentista. La obra está dirigida a Lorenzo de Médici, conocido como ‘el Magnífico’, a quien el autor explica cómo actuar y qué hacer para unificar Italia y sacarla de la crisis en que se encuentra.

Este libro constituye un importante aporte a la concepción moderna de la política. Su éxito radica en que deja al descubierto las verdades prácticas del poder y muestra la forma en que frecuentemente el ejercicio de esa potestad contradice u obvia los preceptos morales. De ahí que, en lugar de dedicarse a hacer juicios sobre la moral o la religión, se enfoque más en cuestiones de estrategia política.

De esta manera, Maquiavelo expone detalladamente la forma en que el gobernante debe actuar frente a las diferentes situaciones que se le presenten, y establece que el principal fin de la práctica política es conservar triunfalmente el poder.

Características del libro:

Información adicional

Isbn:

978-84-18145-09-4

Nº de Páginas:

128 páginas

Dimensiones:

12 x 19 cm

Formato Portada:

Rústica

"La introducción es clarificadora, nos deja muy bien puestos los cimientos para entender la obra magna de Maquiavelo." —Miguel Ángel Rey

Lee un Avance de este libro

Si no conoces las bases, los cimientos, que hacen que este libro sea una obra maestra del género, te animamos a que empieces a leer el avance que te hemos preparado en la página virtual de abajo. Haz scroll. Ahí encontrarás un breve prólogo que te dará algunas pinceladas sobre lo que vas a descubrir a lo largo del libro, al tiempo que va a reactivar en ti el interés por esta magnífica pieza.

A continuación, podrás disfrutar de los primeros capítulos, para que así, de primera mano, te des cuenta de la dimensión de la obra que vas a comenzar.

¡FELIZ LECTURA!

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 Prólogo 

El príncipe, publicado póstumamente en 1531, es un tratado de doctrina política escrito por Nicolás Maquiavelo (1469-1527), escritor, diplomático y filósofo político italiano de la época renacentista.

La obra está dirigida a Lorenzo de Médici, conocido como ‘el Magnífico’, a quien Maquiavelo explica cómo actuar y qué hacer para unificar Italia y sacarla de la crisis en que se encuentra.

Aunque fue escrita en 1513, durante el confinamiento del autor en San Casciano, a causa de las acusaciones de conspiración contra los Médici, no sería hasta 1531 cuando fue publicado en Roma, funcionando así como una respuesta a dicha acusación. Fue escrito como si fuera un trabajo tradicional en el estilo instrucción de príncipes y, en general, se acepta que fue especialmente innovador. Constituye un importante aporte a la concepción moderna de la política. En este sentido, es una obra que contradice la tradición filosófica del pensamiento político antiguo en la cual la práctica política se encuentra ensombrecida por la idealización de gobiernos y ciudades utópicas. Por el contrario, Maquiavelo establece que el ejercicio real de la política implica situaciones reales con hombres y pueblos reales, cuyas conductas, decisiones y acciones, generalmente no responden necesariamente a la moral, sino a las leyes del poder. Para demostrar sus teorías, Maquiavelo recurre a situaciones históricas reales, que abarcan desde el mundo antiguo hasta su época.

Así pues, la importancia de este tratado radica en que deja al descubierto las verdades prácticas del poder y muestra la forma en que frecuentemente el ejercicio del poder contradice u obvia los preceptos morales. De ahí que, en lugar de dedicarse a hacer juicios sobre la moral o la religión, se enfoque más en cuestiones de estrategia política. De esta manera, el autor expone detalladamente la forma en que el gobernante debe actuar frente a las diferentes situaciones que se le presenten, y establece que el principal fin de la práctica política es conservar exitosamente el poder.

El príncipe es la obra que da origen al término «maquiavélico», utilizado de manera peyorativa para condenar prácticas inmorales o malévolas, contribuyendo a las connotaciones negativas modernas de las palabras «política» y «político», cuando en realidad esta es una obra de gran valor por su conocimiento de la psique humana, el sentido común y el pensamiento pragmático.

Hoy en día, es un libro ampliamente leído y consultado en temas de estrategia política y negocios.

—Juan José Marcos

 

“El fin justifica los medios.”

Nicolás Maquiavelo


SOBRE LOS COMENTARIOS DEL FALSO NAPOLEÓN 

La obra de Maquiavelo que tenemos entre las manos es probablemente, además de la más conocida del secretario florentino, la más comentada. No sólo escritores, filósofos o politólogos han reflexionado sobre el contenido de El Príncipe, sino que también políticos en activo o incluso jefes de estado han dejado por escrito sus opiniones sobre las diferentes estrategias y comportamientos sugeridos por Maquiavelo.

En septiembre de 1816, el abad Aimé Guillon firmaba el prólogo de una obra que dio a la imprenta y que él mismo consideraba excepcional porque contenía, precisamente, numerosas anotaciones a El príncipe de puño y letra del jefe de estado de referencia en su época: el mismísimo Napoleón Bonaparte. Aquel documento de incalculable valor, también en lo político, parecía formar parte de «un manuscrito encuadernado que contenía la traducción de diversos fragmentos de Maquiavelo», hallado en la carroza de Napoleón Bonaparte tras la derrota de Waterloo. El título de la edición de Guillón lo dejaba muy claro: Machiavel commenté par N.B., manuscrit trouvé dans la carrosse de Napoléon, après la bataille de Mont Saint-Jean, le 18 juin 1815. La noticia del saqueo de la carroza había salido en la prensa no francesa y Guillon se había puesto rápidamente en movimiento para conseguir los documentos y prepararlos para su publicación. El libro tenía la siguiente composición: un Prólogo del editor; un Discurso sobre Maquiavelo en el que se hablaba de sus detractores; el texto de la traducción de El príncipe; una Nota relativa a Bernabó Visconti; unos Extractos de los Discursos de Maquiavelo sobre las décadas de Tito Livio; un Sumario de las máximas fundamentales de la política de Maquiavelo y una Tabla de las materias contenidas que cerraba el volumen. Todo ello debía conformar el conjunto de textos que componían el cuadernillo de manuscritos.

Los comentarios de Napoleón, además de ser un documento político de excepcional interés nos debían aportar información personal sobre cada una de las etapas por las que había pasado Bonaparte a lo largo de su trayectoria. Según el propio Guillon estas épocas se reducen a cuatro: la primera, «el tiempo de su generalato, que le sirvió de preparación para la soberanía»; el segundo, «el tiempo de su reinado consular»; el tercero, «el de su reinado imperial» y el cuarto, «los diez meses de su mansión en la isla de Elba». La distribución del texto de Maquiavelo era la siguiente: la traducción se situaba en una columna a la izquierda, los comentarios de Napoleón en una columna a la derecha y a pie de página las notas que se consideraban de interés.    

Sin embargo, en un primer momento no se supo que era Guillon quien presentaba el libro puesto que se escondía bajo la identidad genérica de “el editor”. Quizá un rápido repaso de la trayectoria literaria del abad nos permita entender el porqué de esta artimaña. Aimé Guillon (Lion, 24 de marzo de 1758) —según cuenta Ermanno Paccagnini en su Nota ai «comentaires» di Napoleone— empezó a publicar en 1789 diversos opúsculos anónimos contrarios a la Revolución, motivo por el cual se vio obligado a huir, primero a Saboya y más tarde a Suiza, a pesar de lo cual fue finalmente arrestado. El asunto no fue a mayores porque el tribunal de la Conciergerie no llega a probar la autoría de sus anónimos. Ya con Napoleón, y esta vez bajo el seudónimo de G. Andry, firma un irónico opúsculo titulado Le gran crime de Pépin le Bref, dissertation historique et critique sur l’usurpation et l’intronisation du chef de la seconde dynastie française, supuestamente editado en Londres aunque en realidad se edita en París y en el que denuncia la intención de Bonaparte de ser coronado emperador por el papa. Esta vez Guillon no se libra de la cárcel aunque pasa allí solo unos meses y, tras ser liberado, el virrey de Italia lo nombra director del Giornale italiano, de tendencia filogubernamental y donde también le acompañará la polémica, esta vez por sus reseñas sobre literatura italiana. A la caída de Napoleón, vuelve a Francia y se pone al servicio de Luis XVIII.

A la luz del juego de identidades en la obra de Guillón y de la poca simpatía que el abad debía profesar por el emperador francés, podemos empezar a intuir alguna sospecha en relación a los «comentaires». De hecho, ya en 1834 alguien había empezado a hacer públicas sus sospechas acerca de que los comentarios de Napoleón no fueran en realidad de Napoleón. En 1834 se publica en Hamburgo una reedición de l’Anti-Machiavel ou Examen de Prince de Machiavel, de Voltaire, firmado en falso desde su primera edición en 1470 —ironías de la literatura— por Federico II el Grande. Firma el prólogo Gottlieb Friedlaender, quien se queja de que Ächtheit Dohm dude de la autenticidad de los comentarios napoleónicos. También nosotros sospechamos al pensar que Guillon, buen conocedor de la lengua italiana, encuentre un manuscrito en francés que es traducción de una obra precisamente en italiano. Y no resulta menos curioso que dedique más de la mitad del prólogo a cantar las excelencias de esa nueva traducción, supuestamente atribuida también a Bonaparte, y que es considerada por Guillón como la mejor de las que se han hecho hasta el momento —en lo que, dicho sea de paso, quizá no le faltara razón—. Guillón realiza un buen ejercicio de crítica literaria al comparar las distintas traducciones con argumentos sólidos, cosa que confiere a la cuestión un alto grado de verosimilitud, si bien se deja entrever esa ironía incisiva que habíamos intuido al repasar su trayectoria, contra el autor de una de las traducciones, Toussaint de Guiraudet, al que considera desvirtuador de la estilística de Maquiavelo. Finalmente, el crítico italiano Ermanno Paccagnini ha resumido últimamente los argumentos para defender la falsa autoría de los comentarios de Napoleón en los siguientes puntos:

«Nunca se menciona el manuscrito autógrafo: el propio Guillon declara haber trabajado solo sobre “unas copias” del mismo.

A su vez, tal “copia” manuscrita ha desaparecido en la nada.

Toda la operación remite a un período temporal ajustadísimo, si consideramos las fechas: saqueo en Waterloo: 18 de junio de 1815; periódicos extranjeros con la noticia e inicio de las pesquisas: mediados de julio de 1815; prólogo: 18 de septiembre de 1815, casi un aniversario. En este lapso de tiempo deberíamos tener: la búsqueda en una Europa destruida; el envío de la voluminosa copia; el estudio de la misma y la redacción de un no menos extenso prólogo; un todavía más largo estudio en el que la pseudotraducción de Napoleón se confronta con las precedentes y es considerada de mayor calidad […]

La versión novelesca de la recuperación, que tendrá una fortuna propia, puesto que, en 1830, el barón Fain reutilizará la que los biógrafos napoleónicos designan como “inqualifiable invention” para presentar también documentos “du plus haut intérêt” como un Manuscrit de 1814, trouvé dans les voitures impériales prises a Waterloo, contenant l’histoire de six dernièrs mois du règne de Napoleon».

Quienes defienden, sin embargo, la veracidad de los comentarios se apoyan en el hecho de que el emperador francés fuera un asiduo anotador de sus lecturas favoritas —cosa que, por supuesto, sabía también muy bien Guillon. Desde Platón hasta uno de sus autores predilectos, Rousseau, pasando por Julio César o Adam Smith, Bonaparte había ido dejando sus impresiones en los márgenes de sus ejemplares predilectos. Otros autores como Jean de Bonnot, han sostenido teorías débiles como la de que no se conoce la identidad de quien facilitó las copias porque este mismo habría necesitado preservar su anonimato, puesto que habría sustraído, además, objetos de mucho más valor. También el mismo Bonnot ha echado mano de pruebas falsas, aludiendo a una ficha de la Bibliothèque National que, pese a estar archivada, ciertamente, en “Napoleón”, estaba, en realidad, en la sección de notas apócrifas. Otros ejemplos similares han sido firmemente desautorizados por Paccagnini.

 

FIN DE LAS PRIMERAS PÁGINAS…

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Si no conoces las bases, los cimientos, que hacen que este libro sea una obra maestra del género, te animamos a que empieces a leer el avance que te hemos preparado en la página virtual de al lado. Haz scroll. Ahí encontrarás un breve prólogo que te dará algunas pinceladas sobre lo que vas a descubrir a lo largo del libro, al tiempo que va a reactivar en ti el interés por esta magnífica pieza.

A continuación, podrás disfrutar de los primeros capítulos, para que así, de primera mano, te des cuenta de la dimensión de la obra que vas a comenzar.

¡FELIZ LECTURA!

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Unas enseñanzas que bien se podrían aplicar a nuestra vida laboral hoy en día. El fin justifica los medios, pero unos medios bien estudiados y planificados para no dejar nada al azar.

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Un libro que me ha dejado dándole vueltas durante días…

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La introducción es clarificadora, nos deja muy bien puestos los cimientos para entender la obra magna de Maquiavelo.

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