Los mejores relatos de Misterio

Los doce relatos que componen este libro tienen en común la exaltación del misterio. Dicha palabra hace mención a ciertas cosas que no se pueden explicar, comprender o descubrir. Se trata de algo reservado, oculto o recóndito. La literatura de misterio puede abarcar un acontecimiento de carácter sobrenatural o suspense en el cual la solución no tiene por qué ser lógica, e inclusive puede ser que no exista un crimen que deba ser resuelto, sino un planteamiento que intenta atrapar al lector o espectador en miras a descifrar los enigmas planteados.

Este libro es una magnífica selección de relatos, escritos por algunos de los más grandes autores del género, como Edgar Allan Poe o Arthur Conan Doyle, donde lo lógico y lo ilógico se funden y se confunden, desarrollando una atmósfera de magia y misterio, la cual nos envuelve hasta el final de cada cuento. Una obra imprescindible para introducirse en un complejo e inescrutable mundo donde nada es verdad y todo es mentira.

Características del libro:

Información adicional

Isbn:

978-84-18145-10-0

Nº de Páginas:

160 páginas

Dimensiones:

12 x 19 cm

Formato Portada:

Rústica

"Una extraordinaria recopilación, no faltan los indispensables Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle o Howard o Chesterton. Muy recomendable." — TL

Lee un Avance de este libro

Si no conoces las bases, los cimientos, que hacen que este libro sea una obra maestra del género, te animamos a que empieces a leer el avance que te hemos preparado en la página virtual de abajo. Haz scroll. Ahí encontrarás un breve prólogo que te dará algunas pinceladas sobre lo que vas a descubrir a lo largo del libro, al tiempo que va a reactivar en ti el interés por esta magnífica pieza.

A continuación, podrás disfrutar de los primeros capítulos, para que así, de primera mano, te des cuenta de la dimensión de la obra que vas a comenzar.

¡FELIZ LECTURA!

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 Prólogo 

Los 12 relatos que componen este libro tienen en común la exaltación del misterio. Dicha palabra hace mención a ciertas cosas que no se pueden explicar, comprender o descubrir. Se trata de algo reservado, oculto o recóndito. Por lo general se tiende a interesarse por los secretos como algo inaccesible, dado que, en caso de ser revelado perdería todo su atractivo. Por todo ello, cuando un misterio se desvela deja automáticamente de serlo, y ahí radica la confusión, pues todos los libros que utilizan este recurso dramático no pertenecen a esta clase de literatura.

La literatura de misterio puede abarcar una intriga de carácter sobrenatural o suspense en el cual la solución no tiene por qué ser lógica, e inclusive puede ser que no exista un crimen que deba ser resuelto.

Es el misterio un género de novelas o cuentos que intentan atrapar al lector o espectador en miras a descifrar los enigmas planteados. Muchas veces se mezclan las incógnitas planteadas con el terror y el suspense.

En este libro se recogen doce relatos de algunos de los grandes maestros del misterio de diferentes épocas: El crimen invisible, de Catherine Crowe; El fantasma de Gideon Wise, de G.K. Chesterton; El barril de amontillado, de Edgar Allan Poe; El guardavías, de Charles Dickens; La desaparición de Honoré Subrac, de Guillaume Apollinaire; El carbunclo azul, de Arthur Conan Doyle; El diablo y el relojero, de Daniel Defoe; La ventana abierta, de «Saki»: Hector Hugh Munro; Un fenómeno inexplicable, de Leopoldo Lugones; La mano, de Guy de Maupassant; La dama del sueño, de Wilkie Collins; Los muertos recuerdan, de Robert E. Howard.

Una magnífica selección de relatos, donde lo lógico y lo ilógico se funden y se confunden, desarrollando una atmósfera de magia y de misterio, la cual nos envuelve hasta el final de cada cuento. El libro presente es una obra imprescindible para introducirse en el complejo e inescrutable mundo del relato de misterio, donde nada es verdad y todo es mentira.

—Juan José Marcos

 

“La mejor receta para un relato policíaco: el detective no debe saber nunca más que el lector.”

Agatha Christie


 EL CRIMEN INVISIBLE 

Catherine Crowe

 

En 1842, en el barrio de Marylebone fue derribada una casa a la que ya no acudía ningún huésped desde hacía bastantes años, y cuyos dueños no estaban dispuestos a invertir más dinero en reparaciones.

Sus últimos habitantes fueron el mayor W***, que ocupaba un alto cargo en la Intendencia. Le había insistido muchas veces a sus superiores para que le permitieran cambiar de vivienda, ya que el alquiler del inmueble estaba a cargo de la Intendencia. Como la autorización no llegaba, se le ocurrió alegar, para poder justificar su repetida insistencia, que la casa se encontraba embrujada de la más desagradable de las maneras.

Cada noche, la puerta del salón se abría violentamente y se podía escuchar un ruido de pasos precipitados, una ronca respiración y después dos o tres gritos horribles y la pesada caída de un cuerpo contra el pavimento.

A menudo se encontraban los muebles volcados, sobre todo cuando se encontraban localizados en el ángulo norte de la sala.

Después el silencio se restablecía, pero un cuarto de hora más tarde, más o menos, se escuchaba algo parecido a un pataleo, un llanto y un espantoso estertor al final.

El mayor W*** terminó prohibiendo a sus familiares la entrada a aquel salón. Hasta llegó a clausurar la puerta. Pero antes hizo que algunos de sus compañeros del ejército constataran estos hechos. En efecto, el informe que presentó estaba rubricado por el lugarteniente de intendencia E***, el capitán S*** y el comisario de intendencia E***.

Se efectuó una búsqueda de datos y enseguida descubrieron una trágica historia.

En el año 1825, aquella casa se encontraba habitada por un corredor de joyería, un tal C***, y por su esposa. Esta, más joven que su marido, llevaba una vida desordenada y derrochaba enormes cantidades de dinero.

Aunque el desdichado C*** le perdonó sus caprichos en multitud de ocasiones, ella no parecía tener propósito de enmienda; al contrario, su vida cada vez se tornaba más escandalosa.

C***, llevado por su inmensa amargura y por los celos, se dio a la bebida.

Una noche regresó a casa ebrio, decidido a acabar con todas sus desgracias.

Armado de una cuchilla de zapatero, se abalanzó sobre su mujer, que cayó al suelo, pero C*** la alcanzó y con un único golpe de su arma, la decapitó. Permaneció un buen rato sin poder articular palabra por el horror que sentía ante su crimen, y luego se colgó de la araña del techo.

Desde entonces aquel terrible asesinato se producía cada noche, de una manera que resultaba audible, pero jamás los espantados testigos pudieron ver la más mínima aparición. Tan solo los fantasmales ruidos se repetían con una perfecta exactitud.

La petición del mayor W*** tuvo resultados favorables y, desde aquel momento, la casa se mantuvo desocupada hasta el mismo día que cayó derruida bajo la bola de demolición.

 

 EL FANTASMA DE GIDEON WISE

G.K. Chesterton

 

El padre Brown consideraba este caso uno de los más típicos para ilustrar una teoría de la coartada: la que sostiene, en contra del ave mitológica irlandesa, que es imposible para un ser hallarse en dos lugares distintos al mismo tiempo. Para empezar, diremos que James Byrne, periodista irlandés, era tal vez lo que mejor puede compararse con la mítica ave. Se encontró lo más cerca posible de estar en dos lugares a la vez, ambos los más opuestos del mundo político y social, en el reducido lapso de veinte minutos.

El primero de ellos eran los lujosos salones de un gran hotel, punto de reunión de tres magnates de negocios decididos a cerrar el negocio de unas minas de carbón bajo la apariencia de una huelga. El segundo de los curiosos lugares era una taberna con fachada de frutería, donde se reunían el soterrado triunvirato de quienes se habrían regocijado en dar al cierre la forma de una huelga y a la huelga la forma de una revolución. El reportero pasaba de un complot a otro, de los tres millonarios a los tres bolcheviques, con la inmunidad de un moderno heraldo o de un nuevo emperador.

Encontró a los tres magnates mineros ocultos tras una selva de plantas floridas y un auténtico bosque de columnas estriadas y con yeso dorado. De las cúpulas pintadas entre la altísima fronda de las palmas colgaban jaulas, también doradas, y dentro había pájaros de abigarrados colores y variados timbres de voz. Jamás ave alguna cantó en el desierto con menos auditorio para su melodía, ni flor alguna desperdició más su aroma en la estepa que las flores de aquellas altas plantas cuando desprendieron en vano el suyo sobre aquellos agudos y desanimados hombres de negocios, americanos en su mayoría, que charlaban e iban de un lado a otro en los extensos salones.

Entre la profusa decoración rococó a la que nadie dirigía la mirada, entre el gorjeo de aquellas aves exóticas que nadie escuchaba, entre el lujo de la más fastuosa tapicería y un laberinto de elegante arquitectura, se sentaban los tres hombres comentando que el éxito es fruto del pensamiento, la velocidad, la vigilancia de la economía y el autodominio. Uno de ellos no hablaba tanto como los demás, pero los observaba con sus brillantes ojos inmóviles, que parecían unidos por sus lentes, mientras su sonrisa constante, bajo sus finos bigotes negros, estaba cerca de mostrar un permanente desdén.

Se trataba del célebre James R Stein, que solo hablaba cuando tenía algo que decir. Pero su compañero, el viejo Gallup, de Pensilvania, un hombre alto y grueso, canoso y rostro de boxeador, hablaba como un loro. Se sentía pleno de un humor jovial y estaba mitad riéndose, mitad martirizando al tercer millonario, Gideon Wise, un hombre duro, seco, un tipo anguloso, de esos que sus compatriotas comparan con el nogal americano. Lucía una canosa perilla tiesa, y sus modales y ropas eran como las de cualquier campesino de las llanuras centrales. Wise y Gallup tenían entablada una antigua discusión sobre competencia y combinaciones.

El viejo Wise aún se inclinaba por la forma de actuar del antiguo leñador. En sus opiniones, algo se inclinaba a favor de los viejos principios individualistas. Era de la escuela de Mánchester y Gallup trataba de convencerlo para que dejase la competencia a un lado y concentrase los recursos mundiales.

—Tarde o temprano tendrá que reconocerlo, viejo amigo —decía Gallup con viveza al entrar Byrne—. Así se camina ahora y ya no es posible volver al trabajo individualista. Es necesario recurrir al esfuerzo mancomunado.

—Si me permiten expresar mi opinión —dijo Stein a su manera serena—, yo diría que hay algo más importante que mantenernos comercialmente unidos. Lo que debemos hacer es unirnos desde el punto de vista político y por eso he rogado al señor Byrne que se reúna hoy con nosotros. Debemos combinar políticamente nuestras acciones por el simple motivo de que nuestros mayores y más peligrosos enemigos ya están bien unidos en estos momentos.

—Estoy conforme en todo cuanto se refiere a la unidad política —gruñó Gideon Wise.

—Acérquese—indicó Stein al periodista—. Sé que usted, señor Byrne, tiene acceso a la información de esos lugares curiosos y querría que nos hiciese un favor extraoficialmente. Sabe dónde se reúnen esos hombres. Solo dos o tres de ellos importan: John Elijah, James Halket, a cuyo cargo corre el discurso, y quizá también cuente ese poeta llamado Horne.

—¡Cómo! ¡Si ese Horne era amigo de Gideon! —dijo el alegre Gallup—. Solía ir a la catequesis de Wise.

—Entonces era cristiano —repuso el viejo Gideon con solemnidad—, pero cuando alguien frecuenta a ateos, no se sabe cómo terminará. Aun lo veo alguna que otra vez, y no tuve inconveniente en ayudarlo durante la guerra para impedir su aislamiento y más cosas, pero todo cambia de aspecto si empieza a relacionarse con los bolcheviques.

—Perdonen —terció Stein—. La cuestión es importante, así que ruego que me excusen de exponerla sin dilación al señor Byrne. Señor Byrne, puedo decirle en confianza que poseo información o, mejor dicho, pruebas que podrían tener a esos individuos en la cárcel durante mucho tiempo. Hablo de material de conspiraciones tramadas por ellos durante la pasada guerra. No pienso hacer uso de dicha información, pero deseo que vaya a verlos y les diga que, si no cambian de actitud, estoy decidido a hacer uso de ellas mañana.

—Bien —contestó Byrne—. Me pide que intervenga encubriendo un delito que también podría llamarse chantaje. ¿No le parece un tanto arriesgado?

 

FIN DE LAS PRIMERAS PÁGINAS…

Lee un Avance de este libro

Si no conoces las bases, los cimientos, que hacen que este libro sea una obra maestra del género, te animamos a que empieces a leer el avance que te hemos preparado en la página virtual de al lado. Haz scroll. Ahí encontrarás un breve prólogo que te dará algunas pinceladas sobre lo que vas a descubrir a lo largo del libro, al tiempo que va a reactivar en ti el interés por esta magnífica pieza.

A continuación, podrás disfrutar de los primeros capítulos, para que así, de primera mano, te des cuenta de la dimensión de la obra que vas a comenzar.

¡FELIZ LECTURA!

😀 😀 😀

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Clásicos de toda la vida de un género que nunca cansa, a pesar de los cientos de películas y series que se hacen sin cesar. Para mí, leer estas historias es lo que más me entretiene.

Pol

Fácil de leer y muy entretenido.

Carme Roures

Una extraordinaria recopilación, no faltan los indispensables Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle o Howard o Chesterton. Muy recomendable.

TL

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